Bajo la pasión del gaming siempre ha habido y habrá una eterna duda para los usuarios y no es otra que el decantarse por un PC gaming o en su defecto dar el salto a por un portátil gaming. No podemos empezar este análisis sin decir que estos dos mundos nunca han estado tan cerca, desde hace cinco años los fabricantes de portátiles han dado un salto brutal en prestaciones y sobre todo en la creación de equipos portables hechos por y para el gaming.

Solución llave en mano

Para muchos usuarios, que los portátiles hayan dado el paso de convertirse en una máquina de juego totalmente capaz de emular a las torres de ordenador ha supuesto una verdadera revolución. Hasta hace menos de un lustro, el portátil para juegos era una quimera. Utilizar un portátil para el entretenimiento suponía exigirle unos niveles de procesamiento casi imposibles, a cambio de aniquilar la batería, y estar siempre limitados en un factor tan clave como el gráfico.

A día de hoy y aunque la autonomía de la batería de estos equipos sigue siendo su talón de Aquiles, ofrecen la posibilidad de llevarse su afición a cualquier sitio. En cierta manera son una sana e interesante amenaza para los ordenadores gaming de toda la vida. Por no decir que son el equipo ideal de aquellos que compiten, ya que les permite entrenar en cualquier momento sólo con la necesidad de una conexión a Internet.

No todo son luces, hay tenemos razones bastante serias en contra como la imposibilidad o dificultad de aumentar sus capacidades. Al contrario que una torre de un PC gaming, muchos componentes vienen soldados y no se pueden cambiar, lo que nos cierra su evolución como producto.  Además, ven limitadas sus opciones de overclocking, pese a contar con sistemas especiales de refrigeración, no dan posibilidades como la instalación de un circuito de refrigeración líquida, por poner un ejemplo.

Si hablamos de precios, las cosas se tornan en contra o a favor. En contra porque su carácter de ordenador portátil gaming obliga a tener siempre un precio alto y elevado -siempre comparado con un PC gaming-. Lo bueno es que es más complejo gastarnos más dinero en él, pero en lugar de ofrecer la posibilidad de ir evolucionándolo comprando nuevas piezas, debemos volver a invertir la misma suma para renovarlo cuando se nos quede obsoleto.

Por otra parte, no se puede negar que pese a que suelen ser equipos pesados, cada vez tienen un estilo más elegante y muchos fabricantes, viendo el potencial para creadores de contenido, diseñadores o cualquier profesión que requiera de un ordenador potente en movilidad, han refinado su imagen para que los podamos utilizar tanto para machacar a los enemigos en el último videojuego que sale al mercado, sin que ello impida que nos de vergüenza tenerlos en la mesa en la oficina o en una reunión de negocios.

La experiencia es un grado

Si nos pasamos a los ordenadores convencionales, la principal ventaja es que tienen espacio y posibilidades para alojar las últimas tarjetas gráficas, procesadores y demás exquisiteces tecnológicas que lanzan los fabricantes cada año. Son los más avanzados y, sobre todo, permiten ponerlos al día “por piezas”.

En resumen, un maná para los usuarios avanzados, un delirio donde más allá del equipo, sus cajas, decoración externa y demás accesorios meramente decorativos te permiten hacer el ordenador más seductor que tu imaginación pueda soñar.

Su punto débil es la movilidad porque obviamente carecen de ella y no hay solución posible. Podemos decir que, en cierta manera, el PC Gaming y el portátil gaming, pueden llegar a ser complementarios, más ahora con las posibilidades que ofrecen servicios como Steam o Xbox Gamepass en los que no sólo podemos llevar nuestra biblioteca de juegos a cualquier sitio, sino también tener sincronizados los avances de la partida entre varios dispositivos.

Eterno dilema

Por tanto, en la eterna disyuntiva sobre ¿qué me compro? ¿una torre o un portátil? Al final, la decisión la marca el propio usuario. Quién es un auténtico fanático de la potencia, de contar con lo último de lo último, necesita un PC al que le pueda ir mejorando pieza a pieza cada año para mantenerlo a la vanguardia. Y no digamos los que, además, quieren que su imagen sea de lo más rompedora. Si bien la inversión inicial puede rondar los 1000 euros para hacerse con un equipo puntero el primer día, con el tiempo, las actualizaciones requieren de inversiones parciales, aunque es probable que constantes para mantener el nivel.

Por otro lado, aquellos que pueden convivir con un producto que, si bien va a ser puntero muchos años, va a perder fuelle con el tiempo pero le va a ofrecer una combinación de movilidad y potencia que no se puede encontrar en otras gamas del mercado de los ordenadores, su producto es un portátil gaming. En el momento de la compra, la decisión está en hasta donde queremos exprimirnos el bolsillo ya que hay opciones de portátiles gaming por 700 euros y hasta de 2000 euros. Está claro que las primeras, aunque son competentes, no nos van a permitir poner un juego a máxima potencia como los de mayor precio. Pero lo que si es igual en los dos casos, que pasado un tiempo si queremos renovarlo, habrá que pasar por caja de nuevo para cambiar el equipo por completo.

 

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